Aprendiendo en el hospital
Lupita hojea emocionada su libro de matemáticas de
3er grado. Recostada sobre su cama en el Hospital Infantil de Morelia, intenta resolver
sumas y restas, sin importar el dolor que pueda sentir por el suero que
atraviesa su piel.
De ojos grandes y negros, iguales a los de su madre,
la pequeña niña de 8 años de edad realiza así sus tareas desde hace 11 días,
tiempo que lleva internada, pues se encuentra en tratamiento médico desde que
le diagnosticaron cáncer, hace 2 años-
Junto con otros niños, Lupita forma parte del
programa Sigamos Aprendiendo en el
Hospital, que inició en Michoacán desde Septiembre del 2005 con la suma de
esfuerzos de la Secretaría de Educación en el Estado (SEE), el Consejo Nacional
de Fomento Educativo (CONAFE) y el sector salud (SSA).
Actualmente, el programa opera con recursos
federales sólo en la capital del estado, y brinda atención educativa a niños en
edad escolar que se encuentran internados en el Hospital Infanfil Eva Sámano y
en las instalaciones de la Asociación
Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer (AMANC)
El trabajo se desarrolla con 6 instructoras comunitarias
y una capacitadora, quienes operan con herramientas educativas como
enciclomedia, desarrollando actividades lúdicas y de aprendizaje, que
permiten el desarrollo los pequeños.
La coordinadora del programa en Michoacán, Rocío
Rodríguez, conoce perfectamente bien las virtudes y ventajas de enseñar a los
niños hospitalizados. Según sus palabras, “este es un programa muy humano, que
fortalece la educación y evita el rezago educativo de todos aquellos niños que
por problemas de salud, en muchas ocasiones deben abandonar sus estudios”.
Cuando llegan al hospital “se dan cuenta de que
no es necesario dejar de estudiar y de que no importa el tiempo que continúen
internados, si ellos no pueden ir a la escuela, la escuela irá hasta ellos”.
Aunque en un principio, se pensó que la
principal finalidad del programa sería evitar el rezago educativo y la
deserción escolar, tras los años que lleva operando se ha visto que tiene otros
efectos positivos en los pequeños, pues logran sentirse más sanos y dejan la
depresión de lado.
A
Lupita, le gusta más aprender en el hospital y con sus amigos de AMANC. Dice
que su maestra es menos regañona y sus compañeros iguales a ella. Aunque no
recuerda haberse sentido discriminada por su enfermedad, sí se siente mejor
conviviendo con niños que pueden entenderla.
Ella
recibe educación en salones adecuados para ello. Como en un salón de clases,
estas aulas están acondicionadas con libros, cuentos, crayones, un pizarrón y dibujos
pegados en las paredes, aunque existe también la modalidad de cama por cama, en
la que los maestros van hasta las camillas de aquellos niños que por la
gravedad de su padecimiento y su condición física, no pueden levantarse.
La
mamá de Lupita, la señora Guadalupe Vargas, se siente conmovida, porque su hija
ha disminuido su ansiedad por estar hospitalizada. Paradójicamente, después de
entrar a un hospital ella también conoció lo que es estar en un salón de
clases, pues de niña nunca tuvo la oportunidad de estudiar.
Explica
que además, está agradecida porque ven y tratan a su pequeña como una niña
normal, a diferencia de la escuela de su localidad, Ciudad Hidalgo, donde
incluso han llegado a negarle la atención, porque los maestros no se sienten
capacitados para cuidar de ella.
Aunque
no existen cifras concretas, se estima que antes de que este programa se
implementara a nivel nacional, alrededor del 40 por ciento de los niños
enfermos de cáncer desertaban de la escuela, cifra que ha disminuido a menos
del 10 por ciento.
En
Michoacán, este programa ha atendido durante el presente ciclo escolar, a 685
niños provenientes de 78 municipios del estado.
Actualmente, se tiene proyectado ampliarlo y
llevarlo a más municipios del estado, entre ellos en los Hospitales Generales
de Lázaro Cárdenas, Maravatío, la Piedad
y Zitácuaro.