En esta segunda etapa de éste universo paralelo, la autora explora en los rincones más íntimos de su ser, plasmando todo lo que es, pero también todo lo que puede llegar a ser. Es un espacio donde su alma se transparenta al grado de que la reciente racionalidad que ha adquirido durante los últimos años se mezcla con su mundo de fantasía, creando lo que ella define como "una mágica realidad". Sean pues bienvenidos...

20 agosto 2009

Psicofonía: Destellos del Pasado


Cascabelito era un pequeño torbellino que sentía una gran atracción por las alturas; le encantaba trepar a los árboles, pasar horas enteras jugando entre las ramas y también soñaba con tener una casa de muñecas construida en lo más alto para así poder tocar las nubes. Su hermano Diego, por el contrario, era un pequeñito mucho más serio y centrado, además le temía a las alturas. A pesar de ser tan diferentes los dos se profesaban un cariño inimaginable y eran compañeros siempre, de risas y de sueños.
En su hogar existía un sitio prohibido para cascabelito, un lugar que la niña suponía mágico y que era el centro de sus pensamientos: El techo de la casa. Lo veía desde el jardín tan cerca del cielo, que creía que si subía a lo más alto, se paraba de puntitas y estiraba sus manitas, bien podría tocarlo y jugar entre nubes.
Varias veces intentó convencer a Diego de subir para traer pedacitos de rayos de luna, quería guardarlos en frasquitos y meterlos bajo su cama para así alumbrar sus noches, pero Diego se negaba diciendo que mamá lo tenía prohibido, además le daba miedo, mucho miedo.
Un día cascabelito finalmente decidió subir sin su eterno compañero, esperó con ansiedad a que mamá tomara su siesta acostumbrada y se encaminó a la azotea. Diego como siempre, salió corriendo detrás de ella intentando convencerla de no subir.
-No subas, mamá te castigará.
-No importa que me castigue, quiero rayos de sol y los quiero ya.
-No puedes subir, no hay escaleras para llegar hasta allá, además eres muy pequeña y tienes que obedecerme!!
-Brincaré de la ventana al árbol, y por ahí treparé hasta alcanzar la azotea, además ya soy niña grande!
-Pero hermanita, no podrás alcanzar las ramas del árbol.
-Si puedo, ya lo he hecho varias veces para ver si podía, si no quieres venir, no vengas… subiré yo sola, eres un miedoso, miedoso, miedooso.
Diego no tuvo más remedio que ir detrás de su pequeña hermana. Cuando los dos habían llegado hasta el techo de la casa la niña buscó con la mirada el sitio más alto, volteó a ver a su hermano y le dijo:
-Vamos, apúrate Diego, te prometo que nada más guardo un rayito y nos bajamos.
Con mucho cuidado comenzó a caminar sobre una delgada barda parándose de puntitas y estirando los brazos en un vano intento de atrapar un rayo de sol.
Diego la miraba indeciso, le atemorizaba trepar hasta el sitio donde se encontraba su hermana, ella lo animó en medio de risas emocionadas. Finalmente el niño accedió a subir hasta donde estaba su hermana y por un rato olvidó su miedo.
De pronto cascabelito exclamó:
-¡Mira!
-¿Qué cosa? -Contestó Diego.
-¿Ves la luna? ¡Es bien temprano y ya está! a mi me gusta mucho ver la luna hermanito!
-¿Dónde? No la veo.
- Allá, fíjate bien, si jalas la ramita del arbol podrás verla.
La niña trepó ágilmente las ramas del arbol mientras Diego se inclinaba para tratar de ver mejor el sitio indicado por su hermana, de pronto comenzó a tener miedo, dio unos pasos, trastabillo y … cayó al vacío.
La niña corrió a asomarse y vio el cuerpo de Diego en una extraña posición, bajó tan rápido como pudo y con los ojos bañados en llanto llegó hasta donde estaba su hermano.
Un hilillo de sangre salía de la boca del niño, ella lo limpió con la falda de su vestido con mucho cuidado para no lastimarlo, le tomó las manos suavecito y se inclinó para susurrarle al oído:
-Diego levántate. No te pasó nada ¿verdad? Anda despierta, si mamá te mira tirado aquí le tendremos que decir que te caíste del techo y nos va a castigar.
El niño permaneció quieto, y ella llena de un extraño sentimiento que nunca había sentido, se aferró al cuerpo de su hermano sollozando y sacudiéndolo cuanto podía.
-Diego contéstame, te prometo que si me contestas,si tu me contestas nunca pero nunca te obligaré a jugar a lo que no quieras, no eres un miedoso, ¡ya me lo demostraste!
Siguió moviéndolo en un vano intento por despertarlo.
- Si quieres te regalo todos mis juguetes, y mis peluches y mi león grande que nunca te presto, pero despierta hermanito, ¡¡Porfavor!!
De pronto la niña se percató de que ella no podía ayudar a su hermano y que debía avisar a su madre, entonces se levantó y corrió a casa en busca de ella.
Cuando la encontró le dijo:
-Diego se cayó y no se mueve ni me quiere contestar. ¡Mamita, yo no quería!
Las dos salieron de casa y al llegar al jardín Diego seguía sin moverse. Su mamá se arrodilló a su lado, lo enderezó, lo acunó en sus brazos como cuando era un bebé y comenzó a sollozar muy suave.
Entró nuevamente y tomó el teléfono. A los pocos minutos llegó el doctor de la familia, la señora lo llevó hasta donde estaba el niño é incapaz de seguir viendo dio la vuelta sin notar que Cascabelito jalaba su vestido en un vano intento por llamar su atención.
El doctor se arrodilló frente a Diego, tomó su manita y buscó su pulso pero no lo sintió, se cubrió el rostro con ambas manos y dejó brotar el llanto.
Pidió a Cascabelito que se acercara a él y le contara que había sucedido, la niña entre lágrimas dijo que quería un pedacito de cielo, que quería alcanzar la luna y que Diego la había cuidado.
- Creo que soy muy mala doctor, Diego irá al hospital? ya le regalé mi león grande, ¿Verdad que puedo llevárselo?
No seas tonta- contestó la madre en un tono que la niña jamás había escuchado- él ya no necesita tu cochino muñeco.
-Pero mamita, yo quiero dárselo ¿Es que no puedo?
-Por tu culpa perdí a Diego, ¡No te me vuelvas a acercar nunca, no quiero verte más! Después tomó el cuerpo del niño y se aferró a el.
Cascabelito poco a poco se fue haciendo hacia atrás, en tanto su madre cada vez lloraba más fuerte. La niña dio la vuelta y corrió hacia su habitación. se hechó a la cama y a los pocos minutos se quedó dormida.
Cuando despertó, al día siguiente, pensó que todo había sido un sueño, así que salió corriendo en busca de su hermano, pero al bajar las escaleras vio como su casa estaba repleta de gente extraña que hablaba muy quedito. Había una rara caja en el centro de la sala pero no le prestó mucha atención. Buscó con la mirada a sus padres, después de unos segundos decidió no interrumpirlos. Buscó con la mirada a Diego, pero en ningún lugar estaba él.
Entonces decidió esconderse para que nadie la viera, en silencio se acurrucó en un rincón detrás de las escaleras y en silencio presenció también el dolor de su madre y la resignación de su padre.
Los minutos pasaron lentamente, poco a poco la gente se iba retirando del lugar, pero ella permanecía atenta con la ilusión de encontrar a su hermano. En un descuido de sus padres Cascabelito salió de su escondite y corrió sin pensarlo hacia esa caja extraña que no había perdido de vista. Entonces exclamó:
-Hermanito, yo ya sé lo que te pasó, yo tuve la culpa, verdad?
Cascabelito había comprendido ya que Diego no estaría nunca más con ella, que nunca pero nunca volvería a escuchar su risa, ni sus gritos, ni jugaría más con él. Ya nunca más compartirían sus chocolates, ni sus dulces, y ya nunca más intentarían tocar el cielo juntos.
Se dio cuenta que de alguna manera ella había causado la muerte de su hermano, que ella y sólo ella era culpable, entendió que había terminado con la alegría en esa casa, que había provocado una amargura que duraría siempre.
Cuándo enterraron a Diego su dolor fue tan grande que decidió enterrar junto con él todos los momentos compartidos, decidió no recordar nada en lo absoluto, decidió enterrar sus recuerdos, decidió olvidar que ella generó en su madre la pérdida no de un hijo sino de dos. Aprendió que a partir de ese día estaba condenada a vivir con su soledad.
Han pasado muchos años ya de esos acontecimientos, Cascabelito dejó de ser niña para ser mujer, dejaron de llamarla cascabel, porque al perder a Diego su alegría se fue con él. Ahora ella se cuestiona ¿Por qué no recuerdo? ¿Por qué mi madre me rechaza? ¿Por qué me lastima tanto? ¿Por qué a veces tengo destellos del pasado y veo a un niño jugando conmigo y no sé quien es? ¿Por qué le tengo tanto miedo a las alturas? ¿Por qué me gustan tanto los cementerios?
Un rostro sonríe intentando protegerla de su propio pasado y de sus propias culpas: Son cosas que pasan- le dice.
Ella seguirá intentando recordar, seguirá tratando de ganar el amor de su madre, seguirá buscando relacionarse con personas que la traten con tanto desprecio como su mamá anhelando conseguir mediante esas personas su perdón… Tal vez algún día encuentre a una que se lo otorgue...

2 comentarios:

Roux dijo...

Hola!Llegue aquí porque me llamo la atencion un comentario tuyo en otro blog en el que decias que a te llamaba la atencion que la autora fueara lesbiana...xD me parece que ha sido una frase liosa, pero bueno. Nada pasarme para decir hola e invitarte a que te pases si quieres por mi blog,^^ un beso

Anónimo dijo...

habia leido muchas cosas de ti pero nunca algo como esto y la verdad me dejaste impactada y perdona si escribo bien pero la ocasion lo amerita, te acuerdas cuando platicabamos tardes enteras y que te daba pena buscarme en el trabajo? ojala pronto se pueda repetir porque se te extraña
tzand

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